sábado, 19 de marzo de 2011

Bugs humanos


La palabra “bug”, una de cuyas acepciones en inglés hace referencia a un bicho o pequeño organismo, suele utilizarse en el contexto de la Informática para denominar pequeños errores o fallos en el diseño o implementación de un programa informático. Estos errores pueden hacer que el programa no funcione en absoluto o, lo que es aún peor, que funcione defectuosamente.  Y digo que la segunda opción es peor, porque si el programa no funciona pues estamos seguros de que se ha producido un fallo en la programación. Pero si el programa funciona defectuosamente, hasta que nos demos cuenta de ello es posible que lo hayamos ejecutado un buen número de veces sin ser conscientes de que los cálculos, y por tanto los resultados finales de las computaciones, eran incorrectos.

            Uno de los grandes objetivos de la Inteligencia Artificial, ha sido y es hoy en día la construcción de máquinas que sean capaces de pensar como los humanos. Estructuras informáticas que aprendan y que llegado el caso sea imposible distinguirlas de una persona. Hay multitud de servidores informáticos a los que cualquiera se puede conectar e iniciar una conversación con una máquina. Normalmente con unas cuantas preguntas ya se sabe que estamos ante algo no humano, pero lo cierto es que algunas de ellas pueden llegar a engañarnos al principio. De hecho, hay competiciones que consisten en conversar con alguien que puede ser máquina o humano y determinar su característica con el menor número de preguntas. En la película Blade Runner (1982), dirigida por Ridley Scott, cuyo visionado recomiendo a todos aquellos que aún no la hayan visto, el mundo está lleno de máquinas denominadas “replicantes”, que se comportan como humanos. De hecho, debido a su peligrosa similitud con la raza humana, son prohibidos y se pretende darles caza para evitar que puedan llegar a dominar el mundo. Como es enormemente difícil descubrirlos, se utiliza un test denominado “test de Turing”, que consiste en formular preguntas a modo de entrevista hasta descubrir su condición de máquina. El problema es que son tan perfectos, que se sospecha que pueda haber algunos que sean capaces de pasar dicho test de Turing. Normalmente la detección se produce porque las máquinas no son capaces de emocionarse y mostrar tristeza, compasión, alegría u otros sentimientos que se suelen asociar al corazón y al alma de las personas. 

            Si pretendiésemos construir una máquina que se comportase como lo hacemos los humanos, no sería suficiente con intentar programar las emociones. Además de eso deberíamos introducir a propósito en el programa, una serie de “bugs” que en muchos casos rigen nuestro comportamiento.  Aquí van tres ejemplos de actitudes que seguro que muchos de nosotros adoptaríamos y que nunca ocurrirían si las máquinas razonasen por nosotros:
  1.      La lotería de Navidad ha tocado dos veces en una misma administración. Automáticamente muchas personas compran sus billetes de lotería en ese establecimiento porque dicen que allí toca siempre. Sin embargo si estamos en la ruleta de un casino y sale rojo tres veces seguidas, apostaríamos al negro ya que nos parece muy difícil que salga rojo una vez más. 
  2.      Nos encontramos en la cola de la taquilla del teatro, dispuestos a comprar una entrada para una gran obra. La entrada cuesta 50 euros. Durante nuestra espera nos damos cuenta de que hemos perdido un billete precisamente de 50 euros. Aunque nos moleste este suceso, continuamos nuestro camino hacia la taquilla y sacamos la entrada para el espectáculo. Sin embargo si ya hemos sacado la entrada y en el camino a casa la perdiésemos, seguramente no volveríamos a sacar una nueva entrada. 
  3.         Estamos en un establecimiento dispuestos a comprar una libreta que cuesta 10 euros. Nos damos cuenta de que al día siguiente esa misma libreta costará tan solo 2 euros. Decidiremos sin duda alguna que dejaremos nuestra compra para ese día. Sin embargo, si estamos en el establecimiento de al lado con la intención de comprar un ordenador que cuesta 1000 euros y nos dicen que al día siguiente podemos comprarlo por 990, convendremos en que por 10 euros de diferencia no merece la pena volver al otro día.

Quizá si Harrison Ford (protagonista de Blade Runner) hubiese planteado estas situaciones a los replicantes en el test de Turing, todos habrían sido descubiertos de manera inmediata.


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