viernes, 27 de mayo de 2011

Evaluando la evaluación continua

Una de las características del método docente adoptado en los actuales grados o títulos del sistema Bolonia, es la denominada "Evaluación Continua". Este tipo de evaluación del alumno no es precisamente nuevo, sino que ha sido utilizado desde hace tiempo en muchas asignaturas de los últimos cursos de las Licenciaturas e Ingenierías. Generalmente asignaturas optativas y con pocos alumnos matriculados. Precisamente, tener pocos alumnos es la situación propicia para este sistema de evaluación y en ese contexto ha tenido bastante éxito. Sin embargo, parece que en general no está teniendo el mismo éxito su aplicación en los primeros cursos de los actuales grados. La razón fundamental es que el contexto no es el mismo, ya que el número de alumnos es sensiblemente superior. Además hay otra razón determinante que diferencia ambas situaciones. En el caso de las asignaturas optativas de los últimos cursos, complementariamente al seguimiento periódico del progreso del alumno, se proponían trabajos finales en los que había que aplicar gran parte de los conocimientos y estrategias resolutivas aprendidas durante el periodo docente. Estos trabajos constituían un adecuado colofón del aprendizaje en el que alumno, durante la elaboración de los mismos de manera individual o en grupo, tenía que utilizar buena parte de las herramientas aprendidas. Por contra, en los primeros cursos de los actuales grados no se suelen proponer trabajos de ese tipo. Éstos se substituyen por alguna prueba final que generalmente no obtiene los resultados esperados. Con frecuencia se dice que los alumnos nos ilusionan con los pequeños ejercicios que se proponen durante la evaluación continua y nos decepcionan con los exámenes. Mi conjetura para explicar este hecho es la siguiente: Normalmente, con la evaluación continua los profesores tendemos a atomizar en exceso el conjunto de conceptos a utilizar para la resolución de un ejercicio. De esta forma, cada vez que introducimos un nuevo concepto, les planteamos a los alumnos un pequeño ejercicio para que practiquen. Y nos sentimos satisfechos si resuelven correctamente el problema planteado. Lo que no tenemos en cuenta es que el alumno tiene una importante información a la hora de abordar el ejercicio. Esta información es el conocimiento del concepto a aplicar para la resolución del mismo. Sin embargo en el examen final, uno de los principales obstáculos con los que se encuentra el alumno es la elección del resultado o concepto a aplicar para la resolución de los problemas. A menudo este obstáculo resulta insalvable y conduce a un estrepitoso fracaso.

    Imaginemos que el programa de una asignatura fuese una caja de herramientas. El objetivo final es que el alumno sea capaz de utilizar todas las herramientas de la caja de manera adecuada. En el proceso de evaluación continua procedemos de la siguiente forma: En primer lugar le enseñamos el martillo y a continuación le damos un par de clavos para que practique. A continuación le presentamos un destornillador y le planteamos un problema que consiste fijar un tornillo. Posteriormente le mostramos una llave inglesa y le decimos que afloje una tuerca. Así con todas las herramientas de la caja. Estamos convencidos de que de esta forma el alumno aprenderá a utilizar todos los utensilios, y posiblemente sea así. Sin embargo llega el examen final y le planteamos unos ejercicios en los que hay que utilizar algunas de las herramientas de la caja. El estudiante mira el ejercicio y a continuación mira la caja de herramientas, que se encuentra llena de utensilios. Algunos de esos utensilios son los que tiene que utilizar; pero ¿cuáles?. Nuestro alumno está acostumbrado a que le mostremos con anterioridad las herramientas a usar y no está habituado a elegirlas por sí mismo de entre las de la caja. Ante esta situación ya nos podemos imaginar el resultado final. En cambio ante un contexto en el que el número de alumnos sea reducido, se puede retomar la idea de trabajo final en el que se plantee desarmar y armar un pequeño mueble utilizando las herramientas de la caja.

    La evaluación continua ha de ser pues "incremental" y cada vez que se muestra una herramienta o concepto, se mete en la caja junto a las otras para a continuación plantear un ejercicio en el que haya que utilizar cualquiera de las herramientas ya vistas o una combinación de las mismas. Sólo de esta forma podemos tener una razonable confianza en que al finalizar la asignatura los alumnos sean capaces de desenvolverse con éxito utilizando la caja de herramientas.










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